CAOTIZACIÓN DE LA SOCIEDAD IMPERIALISTA PARA MANTENER EL NÚCLEO Y LA ESTABILIDAD

Richard Gonzales

El momento histórico en el que se vive, dentro de este sistema-mundo civilizatorio, refleja la más profunda crisis general: ideológica, política, económica y cultural. Es una crisis terminal, sin retorno, dado que se pierde el monopolio de la economía, la cultura y la política, hasta ahora jerarquizadas en los centros, las semiperiferias y las periferias.
La hegemonía está rota y supura pestes por todos lados: criminalidad, desconcierto, caos, banalización, inmoralidad y toda forma de perversión humana expuesta a su máxima expresión, sin tapujos.

El sistema se encuentra en su mayor debilidad y, por tanto, ataca todo aquello que amenace su subsistencia: ideas, movimientos, modelos alternativos o liderazgos. Para ello, utiliza incluso mecanismos que van más allá del llamado “derecho penal del enemigo”.

La pérdida del control hegemónico de Occidente, después de quinientos años de dirección, influencia y dominio, no es poca cosa en el proceso histórico que hoy presenciamos.

1. Caotización de la sociedad como herramienta

Ante la debilidad del sistema-mundo, se recurre al uso de la confusión social, la polarización política y la saturación informativa, generando una fatiga colectiva y desorientación moral. Ya no existe un vértice que dirija la historia con carácter de clase, como sucedió en el siglo pasado, cuando la clase obrera tomó las riendas de su destino en Rusia y posteriormente en China, generando una corriente masiva de luchas de liberación mundial y movimientos antisistema.

Hoy, esa posibilidad sigue latente, dadas las condiciones materiales que se agudizan; sin embargo, sus expresiones son dispersas y, en muchos casos, espontáneas.
Ante la debilidad de la capacidad crítica de las masas, el sistema utiliza el caos como instrumento de manipulación. Así, el caos no destruye el orden: lo legitima. Al final, como ya sucede, la población termina pidiendo más control, el ingreso de las fuerzas armadas y la restricción de derechos y libertades en nombre de la “seguridad”, dentro de un caos dosificado y dirigido.

2. Criminalización de la disidencia

El sistema está débil, y esa debilidad se disfraza de “seguridad”. Es un reflejo auténtico del miedo a las masas. Hoy dos proyectos de sistema-mundo se enfrentan a muerte, aunque en el fondo se trate de una contradicción interna del mismo sistema.
A nivel mundial, hay un despertar de las masas —el otro gran actor histórico— que se expresa en voces críticas y movimientos incluso dentro del seno del propio imperio. Son muchas las voces que cuestionan la narrativa dominante, aunque con diferentes tendencias y propuestas políticas, económicas, ecológicas y culturales. El debate y el diagnóstico son múltiples y reflejan un descontento generalizado ante un mundo que se derrumba.


Por ello, la respuesta del sistema es etiquetar toda disidencia como “peligrosa”, “radical” o “desinformada”. Aparecen formas encubiertas de censura y control del pensamiento, con el fin de fabricar consensos mediante el miedo y legitimar la recomposición de un “nuevo orden” elitista y tecno-feudal, que ya se perfila con claridad.

3. Globalización digital y alineamiento ideológico

El acelerado proceso de digitalización y la concentración del poder en las plataformas tecnológicas —previamente legitimado por ese nuevo orden elitista y tecno-feudal— tienen como objetivo el control total de las masas y la neutralización de la disidencia.
Bajo el argumento de la “seguridad interna”, se implementa un control biométrico y de alta vigilancia con fines preventivos. De este modo, a través de algoritmos, se construye una cultura de la vigilancia y un discurso unificado del sistema.
Es el algoritmo, precisamente, el que selecciona lo que ves, lo que te gusta, lo que lees, lo que crees y lo que piensas. Su finalidad es uniformar la “nueva cultura” del tiempo de la inteligencia artificial, para impedir el nacimiento de otro mundo posible para los oprimidos.
Si en el sistema feudal el control absoluto residía en el monarca y en los señores feudales —legitimados por la cruz y un dios divino—, hoy ese control se concentra en las corporaciones, en el control social y en el nuevo “dios” del algoritmo, que decide todo. Como consecuencia, emerge la deshumanización o el poshumanismo: la máquina, la inteligencia artificial, se convierte en el centro, mientras se construye un Homo Deus de la civilización, cuyo diseño ya está en marcha.

¿Qué está en juego?

Está en juego la continuidad de la civilización tal como la conocemos, replanteada bajo el diseño de un nuevo orden en medio de la Cuarta Revolución Industrial.
Las bases del mundo moderno se fundaron sobre una lógica: la acumulación ilimitada. De allí derivan el crecimiento, la innovación constante, el consumo exacerbado, la disputa y el control de los recursos finitos, que han provocado guerras, crisis y una devastadora crisis ecológica.

La crisis económica mundial es estructural: genera desigualdad, endeudamiento global y pérdida de la tasa de ganancia del capital, impulsando el tecno-feudalismo.
En este contexto, la política se reconfigura para adaptarse al nuevo orden, más allá de las teorías de igualdad, democracia o legitimación por el voto, principios de la revolución burguesa que hoy atraviesa su crisis de legitimidad.

El nuevo orden propuesto considera la desigualdad como principio, no como excepción. Ya no se pretende legitimar el poder mediante el voto, sino mediante la determinación directa de las élites sobre todos los aspectos de la vida, mientras el resto de la humanidad obedece.

La caotización social se expresa en múltiples formas: incentivo a la criminalidad, narcotráfico, legalización del consumo de drogas, desintegración familiar, corrupción estatal e inmoralidad. Todo esto busca implementar el nuevo orden tecno-feudal, desgastando la capacidad organizativa colectiva y manteniendo a las masas en el miedo y la incertidumbre, para neutralizar cualquier articulación alternativa.
En las sociedades soberanas, el sistema responde con invasiones o con el hundimiento económico y político.

La criminalización de la disidencia busca impedir que las masas construyan otro mundo posible. Por ello se persigue, encarcela o elimina al disidente mediante castigos ejemplificadores, incluso si se trata de ancianos o jóvenes.

4. Hipertecnificación

El control biométrico total de la población está en plena marcha y se manifiesta en la vigilancia digital cotidiana. Ya no se necesita la coerción física como método de imposición cultural o ideológica; hoy esa función la cumple el “dios” del algoritmo, reforzado por una narrativa global que utiliza el miedo, la inseguridad, la salud o el clima para unificar emociones y justificar medidas de control poblacional bajo el argumento del “bien común”.

Mientras tanto, se fragmentan las identidades culturales, ideológicas y sociales para dividir a la sociedad mediante microconflictos internos, promovidos por operadores políticos del sistema, ONGs o infiltraciones sociales, generando supuestos movimientos de oposición que en realidad sirven para mantener la inestabilidad y así imponer la agenda del sistema.

El futuro que este sistema ofrece a los pueblos es sombrío, incluyendo el objetivo de reducir la población mundial de ocho mil millones a dos o cuatro mil millones de personas por diferentes vías. Ante ello, los pueblos deben luchar con todos sus medios para derribar ese mundo en construcción y forjar otro nuevo, basado en la experiencia histórica de la clase obrera y de los pueblos oprimidos. Se requiere organización, conciencia y dirección revolucionaria para construir un mundo donde la humanidad se humanice nuevamente, asumiendo con claridad los riesgos de destrucción que amenazan la existencia misma del ser humano.

El sistema está dispuesto a eliminar todo obstáculo que impida la supervivencia de sus relaciones productivas, incluso en medio de su crisis general. Su comportamiento será cada vez más peligroso y cruel. Por eso, debemos aguzar la creatividad, la organización y las formas de lucha, aun a costa del sacrificio de una parte de los millones de pobres del mundo.


La humanidad se encuentra ante riesgos y peligros como nunca antes en su historia. Es momento de tomar profunda conciencia.

23/10/2023

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