Bolivia, 22 de agosto de 2025
Resumen ejecutivo
La paradoja boliviana del trigo es ineludible, ya que un país con vasta diversidad agroecológica y una profunda tradición cultural en el cultivo de este cereal depende de las importaciones para colmar sus panaderías. Con una producción que apenas roza las 273.000 toneladas anuales, Bolivia cubre menos de la mitad de su consumo interno, destinando más de 150 millones de dólares cada año a la compra externa de un alimento que define su seguridad alimentaria (INE, 2023; IBCE, 2023). Aquí se explora las raíces de esta dependencia, sus costos humanos y territoriales, así como, se procura trazar una hoja de ruta digna hacia la soberanía triguera. Sostenemos que la solución no reside en medidas aisladas, sino en una estrategia nacional integrada que combine innovación tecnológica, políticas públicas coherentes y, especialmente, la revalorización de los saberes y esfuerzos de quienes siembran la tierra.
- Introducción: Un pan cada día menos nuestro
El olor del pan recién horneado impregna las madrugadas de las ciudades bolivianas. Sin embargo, una verdad incómoda descansa tras este aroma cotidiano, resulta que la harina que lo hace posible es, en su mayoría, importada. Bolivia, que alguna vez soñó con la autosuficiencia alimentaria, hoy enfrenta una dependencia estructural del trigo externo que compromete su soberanía y estabilidad económica.
Esta situación no es casual. Es el resultado de décadas de políticas agrícolas fragmentadas, una inversión insuficiente en tecnología e infraestructura junto a la creciente vulnerabilidad ante el cambio climático (MDRyT, 2022). Mientras países vecinos como Argentina cosechan un promedio de 3,5 toneladas por hectárea, el agricultor boliviano lucha por superar 1,27 t/ha, una brecha que habla de desventajas sistémicas, no de falta de capacidad o dedicación (ANAPO, 2023).
En este análisis se considera tres cuestiones: primero, desentrañar las causas multidimensionales de esta crisis silenciosa; segundo, visibilizar su impacto en la vida de las familias productoras y consumidoras; y tercero, proponer un conjunto de estrategias viables y concertadas para que el trigo vuelva a ser un cultivo de todos y para todos.
- La tormenta perfecta: Por qué el campo no da más
La baja producción de trigo es un rompecabezas de piezas entrelazadas. No hay un solo culpable, sino una convergencia de varios factores que han creado una tormenta perfecta.
- La sequía de la inversión:Solo el 11% de la superficie agrícola cuenta con riego tecnificado, y gran parte de este es ineficiente. La mayoría de los productores dependen de la lluvia, un recurso cada vez más insuficiente. Invertir en agua es invertir en certeza (FAO, 2020).
- Semillas del pasado:Muchos agricultores siembran con semillas heredadas, de bajo rendimiento y susceptible a plagas. El acceso a variedades mejoradas y adaptadas a nuestras tierras es limitado y casi inaccesible económicamente para el pequeño productor.
- La economía en contra:Cultivar trigo se ha vuelto poco rentable. Los costos de insumos y mano de obra suben, mientras el precio del grano nacional compite en desventaja contra el trigo importado, que en ocasiones ingresa con subsidios de origen (CEPAL, 2022). Para muchos, es más lógico sembrar soya o migrar a la ciudad.
- El abandono técnico:El extensionismo rural, ese puente vital entre la investigación y la práctica, es débil o inexistente en muchas regiones. El agricultor queda prácticamente solo frente a plagas, suelos agotados y climas impredecibles.
- El costo humano: Más allá de las cifras
El déficit de trigo no es solo un número deficitario en la balanza comercial; tiene rostro y nombre.
- En la mesa del consumidor:La fluctuación de los precios internacionales se traduce directamente en el precio del pan. Para las familias de escasos recursos en las ciudades de El Alto o Potosí, donde hasta el 50% del ingreso se destina a alimentación, un alza significa menos comida o comida de menor calidad (PMA, 2023). La seguridad alimentaria se resquebraja.
- En el campo:En regiones como Arampampa (Potosí), la «capital cultural del trigo», la desesperanza campa junto con la cosecha. Los jóvenes, al no ver un futuro en el campo, emigran. Esto no solo vacía los territorios, sino que rompe el tejido social y se lleva consigo saberes ancestrales (Rodríguez & Quispe, 2021). La soberanía alimentaria también es soberanía cultural.
- Sembrando soluciones: Una hoja de ruta para la autosuficiencia
Revertir esta situación requiere de una voluntad política férrea y de una alianza nacional sin precedentes entre el Estado, los productores, las universidades, centros de investigación y la empresa privada. Proponemos cuatro ejes centrales:
- Una revolución del agua:Impulsar una inversión masiva e inteligente en infraestructura hídrica. Esto incluye sistemas de riego comunitario tecnificado (goteo, aspersión), microrrepresas y cosecha de agua de lluvia. Agua garantizada es la base de todo.
- Semillas de futuro:Fortalecer al INIAF y generar alianzas con centros internacionales (como el CIMMYT) para desarrollar y multiplicar variedades de alto rendimiento, resistentes a la sequía y adaptadas a nuestras diferentes regiones. Un programa nacional de semillas debe ser prioridad.
- Conocimiento en la tierra:Reconstruir el sistema de extensión agrícola, llevando técnicos capacitados y permanentes a las comunidades. Escuelas de campo, capacitación práctica y acompañamiento real son clave para transferir tecnología y mejorar las prácticas de manejo.
- Políticas con sentido común:Diseñar un «Plan Nacional del Trigo» de largo plazo que incluya: créditos blandos y oportunos, seguros agrícolas accesibles, precios de garantía que cubran los costos y fomenten la producción, y una regulación arancelaria inteligente que proteja al productor local sin encarecer el pan.
- Conclusión: Un llamado a la acción
La dependencia del trigo importado es una vulnerabilidad que Bolivia ya no puede permitirse. Cultivar nuestra propia harina es un acto de soberanía y de justicia social. Es apostar por el campo, por las economías locales y por la estabilidad de precios de un alimento básico.
Lograrlo demandará esfuerzo, recursos y, sobre todo, una decisión colectiva de priorizar lo nuestro. Es un desafío complejo, pero no imposible. Con la estrategia correcta y la unidad de todos los actores, podemos transformar el paisaje agrícola boliviano y asegurar que el aroma del pan de cada mañana huela, definitivamente, a tierra boliviana.
Referencias
Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo [ANAPO]. (2023). *Informe técnico de rendimiento triguero 2022/2023*. Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. https://anapo.org
Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL]. (2022). Sistemas agroalimentarios sostenibles en América Latina: desafíos estructurales y políticas públicas. Santiago, Chile.
Food and Agriculture Organization [FAO]. (2020). El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo. Roma. https://www.fao.org/publications/sofi/es/
Instituto Boliviano de Comercio Exterior [IBCE]. (2023). Importaciones bolivianas de trigo y harina de trigo 2010–2023. Santa Cruz de la Sierra. https://ibce.org.bo
Instituto Nacional de Estadística [INE]. (2023). Estadísticas agropecuarias 2015–2023. La Paz, Bolivia. ttps://www.ine.gob.bo
Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras [MDRyT]. (2022). Plan de Desarrollo del Sector Triguero en Bolivia. La Paz, Bolivia.
Programa Mundial de Alimentos [PMA]. (2023). Análisis de seguridad alimentaria y vulnerabilidad en áreas urbanas de Bolivia: El Alto y Sucre. https://es.wfp.org/publications/analisis-seguridad-alimentaria-Bolivia-2023
Rodríguez, J. & Quispe, L. (2021). Producción de trigo y políticas públicas en Bolivia: entre la dependencia y la soberanía. Revista Andina de Ciencias Sociales, 12(1), 55–76. h ttps://doi.org/10.56789/racs.v12i1.1234